martes, 13 de noviembre de 2012

Diana Krall se convierte en una sensual muñeca de noche

Félix Morriña

Gratamente sorprendido al ver en una sala-estudio de grabación al maestro Elvis Costello ser todo un profesional al entrevistar a su esposa, la pianista canadiense  Diana Krall, junto al reconocido productor T. Bone Burnett para dar a conocer los pormenores del contenido del décimo primer disco en estudio de la también cantante titulado Glad Rag Doll (Verve, Universal Music, 2012), en el que hace un intenso extenso recorrido musical por los años 20 y 30 del siglo pasado.
La entrevista de Costello de 11 minutos, que pueden ver con la magia del You Tube, delimita los motivos por los cuales la cantante deja, luego de varios años y títulos, al piano en primer plano para darle la oportunidad a otros instrumentos y a otros músicos participar para darle un giro novedoso a su carrera de más casi dos décadas. En Glad Rag Doll Diana Krall se sumerge a lo que el propio elegante T. Bone Burnett llamó como el rock and roll de los años 20 y 30 del siglo XX, por la forma en la que las propuestas líricas de autores como Harry M. Woods, Fred Frisher, Mort Dixon, Al Sherman, Charles Tobias, Howard E. Johnson, Milton Ager, Dan Dougherty, Jack Yellen, Betty James y Billy Hill, entre una docena más, se dejaban escuchar en un contexto histórico cabaretero y de vodevil.
Ahora que digo vodevil y cabaretero, la portada del disco habla por sí sola. Varios colegas de inmediato expresaron su gratitud a la hermosa Diana Krall posar cual sensual muñeca de noche (“Glad Rag Doll”) en esta sugerente portada y mucho mejor conforme va uno viendo las imágenes del cuadernillo del disco en cuestión. De hecho, cuando ustedes tengan la oportunidad de ver y escuchar la mencionada entrevista de Elvis Costello para la discográfica Verve, ustedes serán mudos testigos de la gran cantidad de fotografías que tomó Mark Seliger que deberían incluir en una edición de lujo de este material genuinamente trabajado por el veterano T. Bone Burnett.
Uno de los principales motivos para grabar piezas de ese periodo musical por parte de la jazzista Diana Krall fue rendir un sentido homenaje a todas las féminas damas de noche, acompañantes casuales, cantantes de cabaret y elegantes señoras solas que se sumergían en el humo del cigarro, de las melodiosas piezas que salían de las instrumentaciones de músicos ahogados en whisky, bourbon y cocaína o heroína, pero que tocaban con un sentimiento único y jamás indiferente. Todo ese ambiente sórdido, pero al mismo tiempo solemne y representativo de la macroeconomía que se vivía por la depresión del 29.
El disco abre con la espectacular “We Just Could’t Say Goodbye”, una canción en el sentido estricto de la palabra que te hace imaginar estar en el club para adultos Dandy de Toluca pidiéndole a la inolvidable escultural morena de fuego que te baile un privado hasta dejarte ídem y estupefacto con los sensualísimos movimientos a los que invita la rola. Luego viene “There Ain’t No Sweet Man That’s Worth The Salt Of My Tears”, un rola que no queda la menor duda que bien la puede tocar la Krall al lado del maestrazo Tom Waits, porque tiene todo su estilo, máxime si el contrabajo es de Dennis Crouch. La rola “Just Like A Butterfly That’s Caught In The Rain” es una melodía que bien puedes escuchar querido lector en compañía de una buena copa de vino en una fría tarde de noviembre, con una mujer metida en la entrepierna.
Por otro lado, escuchar a Diana Krall con el country ‘I’m A Little Mixed Up’ con un piano forte muy elegantemente llanero, te indica que puede pasar de un momento a otro a la sutileza de un solo de guitarra del genial Marc Ribot al grosso seis cuerdas de Colin Linden, para dejarle el ritmo al bataco Jay Belleros, sin olvidarse del determinante bajo de Dennis Crouch y con ello marcar el sello de la rola a través del tecladista Keefus Ciancia. Una rola redonda. Para cuando uno llega a la pieza ‘Prairie Lullaby’, uno recuerda de inmediato las canciones dedicadas a las canciones de cuna y la sensibilidad aflora a la menor provocación. Uno quiere dormir todas las noches viendo la portada de Diana Krall y escuchar esta canción al oído.
La pieza que da título al disco está grabada en versión acústica con la guitarra de Marc Ribot, la cual te va sugiriendo que la vida vale la pena más allá de que la Krall vaya transitándola enfundada en sensuales ropas, cual muñeca nocturna a la espera de una nueva oportunidad, un nuevo amor o una nueva historia por contar. Suspiro porque así sea el resto de mi existencia. Nunca antes, la Krall me había dejado tan satisfecho y bocabierto en sus anteriores discos. De hecho en este espacio, hace poco más de dos años que reseñé su anterior obra Quiet Nights (2009), el cual me dejó gratamente contento, pero nunca me hubiese imaginado a una mujer que el próximo viernes 16 de noviembre cumplirá 48 años y tenga bajo sus atuendos un cuerpo que muchas jovenzuelas envidiarían. Ahora entiendo todo maestro Elvis Costello. ¿Qué mujer tiene a su lado?, ¡por Dios!
Si usted amable y querido lector, consigue la edición especial de este disco, tendrá la versión en piano forte de “Glad Rad Doll”, así como tres canciones extra más (“As Long As I Love”, “Garden In The Rain”, versión al piano y la versión alternativa de “There Ain’t No Sweet Man That’s Worth The Salt Of My Tears”) a las 13 canciones que comprende este joyita para fin de año. Ojalá que en los primeros meses del 2013, los promotores de conciertos internacionales se les ocurra traer a Diana Krall con este disco y salga, por favor, vestida tal cual viene en el disco.
Podría pasármela horas y horas viendo y hablando de este exquisito disco, pero el espacio y el tiempo no me dan la oportunidad, como tampoco me alcanzarían las energías para brindárselas a mi nueva musa Diana Krall. Guardaré la compostura ideal para cuando sea el momento oportuno de tener ese ansiado orgasmo con su música en vivo y en directo. Será una larga, pero satisfactoria espera. ¡Así sea!


fmorrinayahoo.com.mx
Twitter: fmorrina

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