Félix Morriña
Tras dos
décadas de carrera periodística en la que mi trayectoria había estado limpia,
al igual que mi conciencia, resulta que soy un delincuente para los dirigentes
de la Mesa Directiva
del Conjunto Allende de la colonia
Independencia-Meteoro de la capital mexiquense. Yo, el arriba firmante, les
digo que soy un periodista que goza de cabal salud mental, con seres queridos,
no precisamente a mi lado, ni en mi vivienda, pero que donde quiera que piso
levanto la voz, en conjunto con todos esos entes amados, para decir que tengo
la fortuna de ejercer la libertad de expresión y en honor a la verdad, informo
a la comunidad en general, a la sociedad civil que no soy ese delincuente al
que le acotan “Portación, tráfico y acopio de armas prohibidas”, como consta en
la carpeta de investigación 160180730158312 de la Procuraduría General
de Justicia del Estado de México (PGJEM).
La tarde del pasado jueves 25 de
octubre del presente año, me encontraba escribiendo en mi hogar, con número 9
del mencionado Conjunto Allende, las notas periodísticas del paquete
informativo de este medio de comunicación que tienes en tus manos (“Nuestro
Mundo”), cuando de repente se interrumpe el suministro de energía eléctrica.
Supe después que se trataba de un corto circuito originado en la zona donde se
encuentran los medidores de la
CFE. Esperé el momento oportuno para ir a ver qué sucedía. No
sé prácticamente nada de esos asuntos.
Bajé
un par de swicht por error y de inmediato una masa de mujeres vecinas fueron a
mi encuentro diciéndome que yo estaba boicoteando el suministro, yo no discutí
con ellas porque estaba indispuesto, porque había estado festejando que pronto
saldría a la luz, después de varios años de sufrimiento, la edición del libro
“Atisbo a los inicios del cine mudo en Toluca 1896-1910” de mi amigo historiador
franco mexicano marroquí Luis Recillas Enecoiz, que será presentado dentro de
los festejos del Bicentenario de la
Ciudad de Toluca. No me interesaba escuchar a las “doñas” y
me dirigí a mi casa.
Tengo
la sana costumbre de encerrarme, sea cual sea la hora, y eso hice. Procedí a
elaborarme un sándwich con un cubierto que también empleo para comer frutos
como las manzanas o peras y en eso escucho en el garaje de mi casa una variedad
de voces de mis vecinos que decían llevar a policías municipales que me
gritaban infinidad de cosas y sin decir “agua va”, empiezan a golpear la gruesa
puerta de madera de pino. Para entonces ya dirigían amenazas e improperios a mi
persona, por lo que de inmediato sentí que eso iba a ir mucho más allá de una
simple llamada de atención y realicé la llamada a mi amigo, fotógrafo, editor y
director de “Semanario Punto”, Guillermo Romero Zarazúa, para que fuera testigo
auditivo de lo que ahí estaba pasando y le supliqué llamara a los colegas para
que me auxiliaran.
Yo
les gritaba a todo pulmón que no tenían permiso de entrar, que no estaban
autorizados, que no podían proceder así y mucho menos la policía municipal, que
se supone es preventiva. Tuve que colgar para intentar ponerme a salvo, pero ya
no dio tiempo. En ese momento veo a los policías municipales de Toluca entrar a
mi hogar, a la estancia donde me encontraba y me sometieron con lujo de
violencia, privándome de la libertad y llevándome contra mi voluntad hacia
fuera del condominio. De mi casa 9
a la 17 son aproximadamente 30 metros de longitud,
que se me hicieron eternos y más si los golpes de los uniformados con chalecos
negros con vivos naranjas y un horroroso color verde limón fosforecente me tenían
con zozobra.
Se
me amontonaron todos los pensamientos, se vinieron encima todos los recuerdos
gratos e ingratos, todos los sinsabores. El brandy me sabía a amoniaco y mi
pulso aumentaba, el corazón casi explotaba. Aún así, debía guardar compostura.
Les dije a los uniformados que seguiría el protocolo y que ya no me golpearan.
No hicieron caso. Golpeaban distinto, no con el puño cerrado. Me decían que de
esta no salía y que a la grande llegaría. Fue entonces cuando supe que todo
estaba armado contra mía. No había más que esperar bajo los cánones que nos
enseñaron los integrantes de la asociación internacional Artículo 19.
Me
llevaron a la
Procuraduría estatal. Ahí estuve incomunicado mucho tiempo,
supe después que fueron casi 13 horas de mi detención, gracias a mi efectivo,
eficiente amigo y abogado Carlos Ulloa. No sabía por qué estaba ahí y qué
delito me estaban cocinando hasta que él me lo dijo. Estuve en una celda al
lado de decena de personas por diversos delitos. No me toca a mí juzgarlos,
pero me las ingenié para que no peligrara más mi físico. Ingerí alimentos y
líquidos que me compartieron, pero no fueron suficientes. El frío y sucio suelo
donde se duerme, muchas veces sin las mínimas cobijas es insalubre, máxime si
tu cabeza está cerca de lo que no podía llamársele excusado.
Había
que tener una razón más para vivir. Y la tuve, misma que me reservo para no
involucrar a más personas en esta penuria. Las personas que estuvieron todo el
tiempo conmigo, me basta y sobra por ahora. Quiero que los míos, cercanos y
lejanos por ahora estén en paz y ajenos a este asunto. Pese a todas las
circunstancias que vi, los Policías Ministeriales y el resto del personal en la Procuraduría me
trataron “lo mejor” que pudieron, porque mi abogado estuvo al pendiente los dos
más largos días de mi existencia. No me imagino los que tienen quién los
defienda.
Salí
la madrugada del sábado, porque eso me dijo el licenciado Ulloa. Me llevó a hogar,
mismo que estuvo varado todo ese tiempo. Mis amigos periodistas, escritores,
fotógrafos, cineastas, poetas e historiadores intentaron sin éxito cuidar de
mis pertenencias, porque los encargados de la Mesa Directiva no
los dejaron entrar, argumentando que yo era un delincuente y que no los
conocían. Incluso, durante la inspección que logró mi abogado por parte de los
peritos del Ministerio Público que fueron a levantar imagen y testimonio para
que se concretara mi libertad, tampoco fueron bien recibidos. Los vecinos daban
por hecho que yo no saldría.
Se
preguntarán ¿por qué tanto odio? Sencillo, soy un tipo libre que solo se las
ingenia para sobrevivir en las condiciones que sean y porque tengo razones para
vivir. Soy la clase de tipo al que no le gusta que le condicionen cómo debe
vivir y proceder. Mi vida es mía, de nadie más. Ni de los policías municipales
de Toluca, ni de ninguna corporación. ¿Escucho música a todo volumen?, sí. Eso
no es delito. ¿Puedo hacer lo que me plazca en mi hogar?, sí, por eso vivo
solo. ¿Creen que tengo armas de alto poder en mi casa?, no. ¿Creen que tengo
cuchillos para agredir a la gente creyéndome un ninja suburbano?, no. ¿Qué me
niego rotundamente a dar dinero a la Mesa Directiva del Conjunto Allende para
remodelaciones de la privada en la que los únicos beneficiados son los
dirigentes?, sí me niego, porque no tengo ese dinero para esas cosas. No son
prioridad.
Tuve
la oportunidad de hablar con el alcalde de Toluca, Guillermo Legorreta
Martínez, y le hice un exhorto para que esto se solucione pronto. Lo mismo le
pido al procurador mexiquense Miguel Ángel Contreras Nieto. Que investigue y se
castigue conforme a derecho este agravio. Sé que no es la primera vez que hay
abuso de poder de parte la policía municipal de Toluca y que tampoco es la primera
vez que priva de la libertad con lujo de violencia en la casa de algún
ciudadano. Sabemos de los niveles de corrupción. Espero esto llegue a su fin
muy pronto y lo vecinos de la
Mesa Directiva me dejen en paz. Que ya no molesten tampoco a
los demás vecinos que no los consideran autoridades vecinales, porque ni
siquiera son eso, mucho menos son auxiliares del ayuntamiento.
¿Qué
si tengo miedo de otra agresión?, sí. ¿Qué si temo por mi vida?, sí. Que si me
pasa algo, por mínimo que sea, hasta un rasguño, los culpables son la policía
municipal, en especial el que me entregó a la Procuraduría , cuyo
nombre es Ventura Guzmán Reyes, lo sé por el documento que proporcionó la
propia institución, y los miembros de la Mesa Directiva del
Conjunto Allende. También quiero que me recuperen los que se llevaron. No
quiero ponerlas en este texto por razones personales. Cualquier cosa que le
pase a mis compañeros de esta travesía también serán culpables las mismas
personas.
Tengo
razones para vivir, y que se haga justicia es una de ellas. Hasta pronto.
fmorrina@yahoo.com.mx
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