Félix Morriña
¿Cuántas veces nos hemos preguntado el motivo por el cual
un adolescente de secundaria mata a sus compañeros de escuela, sea cual sea su
nacionalidad? ¿Cuántas veces culpamos a los padres del comportamiento de este
tipo de personas? ¿Cuántas veces recordamos una de las máximas de José
Vasconcelos cuando decía que “infancia es destino”? ¿Qué haría usted si un
joven llega a la escuela, encierra a un grupo de colegiales en el gimnasio y
los ejecuta con su arco y flechas como si se tratase de una competencia
olímpica y luego hace una reverencia a una audiencia inexistente, para después
entregarse a las autoridades como si no hubiese pasado nada?
Lo que yo haría es exactamente
lo que estoy haciendo, escribir para dejar testimonio de lo ocurrido, porque no
soy experto en neurodeterminismo, como lo han dado en llamar los científicos
que estudian el comportamiento de personas que no tienen la mínima sensación de
empatía con el resto de seres humanos con los que cohabita. Dicen los expertos
que los que sufren este padecimiento crónico su cerebro jamás registra
remordimiento, ni ningún otra sensación que refleje arrepentimiento por los daños
registrados durante su vida y en el caso de la película Tenemos que hablar de Kevin (proyectada en el Festival de Cine de
Cannes en el 2011 y que ahora la puede conseguir en formato DVD) de la cineasta
escocesa Lynne Ramsay (nacida en 1969 y directora de Small Deaths, Kill The Day,
Ratcatcher y Morvern Callar), los hechos están inspirados en un suceso real escrito
en la novela de Lionel Shriver con el mismo título.
La narración elíptica y fragmentada
está basada en el evasivo comportamiento de Kevin (un enigmático Ezra Miller), especialmente
para con su madre Eva Khatchadourian (la siempre andrógina y talentosísima Tilda
Swinton), a la que muchos pensaríamos que odia desde el momento en que fue concebido
y por añadidura se toleran, o como dice Kevin en el filme: “No por el simple
hecho de que te acostumbres a alguien signifique que te guste estar con esa
persona”. A Kevin no le viene bien la llegada de otra persona a la familia, por
lo que le hace la vida imposible a su hermana Celia (Ashley Gerasimovich) y a
su padre Franklin Khatchadourian (un buen John C. Reilly), a quienes termina
ultimando antes de cometer multihomicidio en la secundaria.
El
crítico de cine Aleph de Pourtales explicó en enero pasado en su blog pijamasurf.com que “¿hasta qué punto las
desatenciones de una madre, su incapacidad primera para amar y nutrir, pueden
criar un ‘monstruo’? Porque Kevin no es criado en un ambiente demasiado
disfuncional, su maldad se da en un ambiente estrictamente moral. Por lo que lo
más fácil sería --si le damos el beneficio de la duda, que es el trance del
espectador a la película-- pensar que es el resultado de un desbalance
neurológico, posiblemente en el córtex prefrontral ventromedial. Según el neurocientífico
Simon Baron-Cohen lo que nosotros llamamos ‘mal’ es en realidad la falta de
empatía en el cerebro, lo cual viene de fábrica, por así decirlo:
“Psicópatas
como Kevin tienen cero grados de empatía afectiva (simplemente no les importan
los sentimientos de los demás) pero tienen excelente empatía cognitiva (capaces
de introducirse a la mente de otra persona usando su habilidad para descubrir lo
que otra persona piensa, siente o quiere; manipular a los otros a través del
engaño. La neurociencia parece ofrecer el razonamiento más convincente para
explicar la personalidad de alguien como Kevin. Sin embargo, tenemos el caso de
James Fallon, un neurocientífico dedicado a estudiar el cerebro de psicópatas,
que descubrió que él mismo tenía ese perfil que se repite en personas que han
cometido asesinatos y crímenes dentro de este perfil. Fallon vive una vida que
se ajusta a los parámetros de la normalidad: Está felizmente casado, tiene
hijos, tiene una carrera profesional exitosa, una buena salud física y mental.
Él mismo aclara que tal vez si hubiera sido abusado de niño podría haberse ‘convertido en uno de
esos asesinos de los que hacen películas para cable’”.
Tenemos que hablar de Kevin es una estupenda
película que deberá ver con mucho detenimiento y sin la compañía de los hijos
menores de edad. Muy recomendable para la comunidad siquiátrica y
neurocientífica y para muestra basta compartirles la expresión de Kevin cuando
es entrevistado por televisión sobre los acontecimientos realizados en su
plantel educativo:
“Es así: Te despiertas y ves
Tv, te subes al coche y escuchas la radio, vas a tu pequeño trabajo o a tu
pequeña escuela, pero no escuchas esto en las noticias de las seis de la tarde.
¿Por qué? Porque nada está pasando en realidad, y te vas a casa y ves más Tv y
tal vez es una noche especial y divertida y entonces vas al cine. O sea, está tan
mal todo que la mitad de las personas en la Tv, dentro de la Tv, están viendo
Tv. ¿Qué ven estas personas? Ven a personas como yo”. ¡Que la disfruten!
Twitter:
@fmorrina
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