sábado, 5 de enero de 2013

“Personas”, la obra póstuma de Carlos Fuentes


Félix Morriña
Para cuando el libro de Carlos Fuentes sobre semblanzas, recuerdos, narraciones, recuentos, conversaciones, enseñanzas y experiencias únicas con diversos personajes de la cultura universal titulado “Personas” estaba saliendo de los talleres de Litográfica Ingramex de la Ciudad de México, en abril del año pasado, el autor de “La región más transparente”, “Aura”, “La muerte de Artemio Cruz”, “Terra Nostra”, “Gringo viejo” y tantas más que le dieron un lugar preponderante en la literatura mexicana, se encontraba con un problema de salud en el sistema digestivo, el cual lo llevó a una hemorragia masiva por una úlcera gástrica que terminaría con su vida el 15 de mayo del 2012 en la capital del país, a la edad de 83 años.
            Carlos Fuentes Macías (nacido en Panamá el 11 de noviembre de 1928 por una circunstancia del destino, pero siempre se dijo mexicano de sepa) no pudo ver en el mercado literario su libro “Personas”, como tampoco pudo presentarlo en público. El nombre corto y serio, le da esa connotación de elegante sobriedad y profundidad, al grado de interesar al lector sobre quién estará hablando antes de abrir el ejemplar. ¿Quién está considerado en su libro y quién no?, se preguntarán de inicio. En la vida de Fuentes hubo no cientos, sino miles de personas interesantes que bien el maestro pudo haber escrito para luego publicar varios tomos.
Esta obra póstuma es ampliamente recomendable porque nos ofrece a un Carlos Fuentes en su parte íntima, muy personal en su relación con personajes de la vida pública nacional, como internacional, así como del ámbito político, social y cultural, pero en definitiva, ninguno con perfil menor a otro y al siguiente en su listado considerado en estas 259 nutridas y sabias páginas.
El libro puede leerse de corrido o conforme le vaya interesando al lector los acompañantes del literato, ensayista, periodista, sociólogo y diplomático mexicano. Es un libro que terminas de leer y vuelves a releerlo porque te seduce, te persuade, te obliga a recordar pasajes específicos, o momentos líricos. También te exige que consultes o releas las obras citadas para comprender aún mejor el momento en el que Fuentes compartía con estos amigos suyos. Hay personalísimas fotografías con Luis Buñuel, Francois Mitterrand, Pablo Neruda, Julio Cortázar, Arthur Miller, William Styron, Arthur Schlesinger, John Kenneth Galbraith. María Zambrano, Susan Sontag, Jean-Claude Carrière, Juan Goytisolo y Lázaro Cárdenas.
Usted se preguntará ¿cómo sobrellevaba sus relaciones con sus “difíciles” o “inalcanzables” amigos, para nosotros, incluidos en este libro? Es precisamente ese el objetivo de esta columna, que usted amable lector se sumerja una y otra vez en la libre y fina escritura de Carlos Fuentes Macías en “Personas”, porque en cada una de estas experiencias hay mucho aprendizaje. La escritura utilizada por el candidato al Premio Nobel de Literatura en reiteradas ocasiones y ganador de múltiples premios como el Rómulo Gallegos en 1977, el Cervantes en 1987, el Príncipe de Asturias de las Letras en 1994, la Condecoración de Gran Oficial de la Orden de la Legión de Honor de Francia en 2003 y en 2009 la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica, entre muchos otros, es muy personal, muy educadamente narrada y con precisiones que muy pocos entes pueden lograr.
Los encuentros con André Malraux, Alfonso Reyes, Tom Wicker, Jesús de Polanco, Ignacio Chávez, Manuel Pedroso, Mario de la Cueva y José Campillo, nos permite ver al Fuentes combativo, activista político y responsable de una generación que hizo valer sus ideales. Rememora a sus maestros rindiéndoles merecida pleitesía y al mismo tiempo los analiza, los desmenuza y los hace suyos para ofrecérnoslos en este libro infaltable en su librero, buró o cómoda.
Debo confesar mi entusiasmo cuando releía durante la tarde del primer gélido y lluvioso sábado del 2013 el encuentro sostenido entre Fuentes y el cineasta español Luis Buñuel Portolés, justo cuando el director de “Un perro andaluz”, “Subida al cielo”, “La ilusión viaja en tranvía”, “Viridiana”, “Bella de día” y “Los olvidados”, entre muchos otros filmes de culto, invitaba un trago a sus amigos prácticamente iniciada la mañana. Cualquiera se preguntaría si eso de beber temprano es un acto de irreverencia contra las buenas costumbres citadinas o conservadoramente cotidianas, la respuesta es sí, porque Buñuel era (es) un maestro de la irreverencia, un gran ejemplo para muchos, incluyendo a este “servibar y amigo”. Es más, les comparto un pequeño fragmento de lo que les digo:
“El ‘Buñueloni’ consiste en mitad ginebra, un cuarto de cárpano y un cuarto de martini dulce. Buñuel me lo ofrecía cada vez que le visitaba en su casa de la calle de Félix Cuevas, en la Ciudad de México, los viernes de cuatro a siete, cuando Buñuel estaba en mi país. La casa no se distinguía demasiado de las demás de la colonia Del Valle. Buñuel había coronado los muros exteriores de vidrio roto, ‘para impedir que entren los ladrones’. No que hubiese mucho que robar en la casa de Buñuel. Rodeada de espacios que no llegaban a ser jardín, la casa misma (colonial-moderna, México-Califórnica) tenía en el vestíbulo de entrada el retrato de Buñuel por Salvador Dalí, hecho en 1930.
“—Es un buen retrato—comentaba Luis. El bar era el lugar preferido.
“—Empiezo a beber a las once de la mañana—dice sin más, ofreciéndome el resistible ‘Buñueloni’.
“Hay libreros en el bar. En primer término, gruesas guías telefónicas de diversas ciudades del mundo. Una tarde, esperando a Buñuel, me atrevo a mirar atrás de los libros de teléfono. No me asombra lo que encuentro. ‘El egoísta’ de Meredith, ‘Cumbres borrascosas’ de Brontë, ‘Tess D’Uberviles’ y ‘Jude el oscuro’, ambas de Thomas Hardy. Lo confiesa Luis: son las novelas que le hubiesen gustado filmar…”.
Otro de los personajes que no puedo dejar pasar es el del maestro de maestros para todos los que nos dedicamos al periodismo cultural, Fernando Benítez, de quien Fuentes empezó escribiendo: “A las mujeres las llamaba ‘princesas’, a los hombres, ‘hermanitos’. Hace cien años nació mi gran amigo Fernando Benítez. Periodista, novelista, cronista, autor teatral, el mayor orgullo de Fernando era ser periodista. Su personalidad, sin embargo, rebasaba (aunque informaba) cualquier profesión. Pequeño y bravo, contaba que su madre le había dicho: ‘Eres feo, hijo, pero con cara de gente decente’. Elegante y seductor, Fernando enamoró a bellas mujeres y fue amado por ellas (¡wow!, ¡wow!, ¡wow!, expresión de quien esto transcribe)”.
“Celoso, era agresivo con sus rivales, quienes corrían el peligro de ser tomados de las solapas y aplastados contra la pared o, de plano, recibir un botellazo en la cabeza. En un bar portuario de Veracruz sacó a bailar a una muchacha muy guapa. Al rato, se apareció el galán de la misma, un marinero argentino, que le espetó a Benítez:
“—Dejala. Podías ser mi padre.
“—Pude. Pero no quise—contestó Benítez antes de que se armara, como antes se decía, ‘la de San Quintín’”.
De esta manera los dejo con ganas de adquirir esta obra póstuma de quien nos seguirá guiando a lo largo de nuestra existencia. Habrá que releer una y otra vez al maestro Carlos Fuentes Macías para ser mejores seres humanos. ¡Hasta la próxima!

Twitter: @fmorrina

No hay comentarios:

Publicar un comentario