miércoles, 19 de junio de 2013

"Atisbo a los inicios del cine en Toluca 1896-1910", ensayo sobre la historiografía cinematográfica mexiquense

*Mañana jueves 20 de junio, a las 19 horas, en el Instituto Nacional de Estudios Legislativos (INESLE) de Toluca (Av Hidaldo 313, Col. La Merced, Alameda de Toluca, centro. CP. 50080), se presentará el libro del historiador franco mexicano marroquí estadounidense, Luis Recillas Enecoiz, titulado "Atisbo a los inicios del cine en Toluca 1896-1910", en el que usted podrá constatar cómo se hacía difusión del séptimo arte nacional e internacional en una época en la que muchos pensarían que en la capital mexiquense no sucedía aparentemente nada. A continuación les comparto el ensayo de presentación-ponencia de mi amigo y autor de esta importante investigación, misma que será leída mañana por la tarde noche. Les proporciono la dirección electrónica. ¡Que la disfruten!

Luis Recillas Enecoiz

El presente ensayo, génesis de una investigación en curso que abarcará, si es posible hasta 1930, obedece a mi interés por la historiografía cinematográfica mexicana, en especial la etapa muda del fenómeno. Estudiar e investigar los inicios del cine en México, del que fue iniciador Luis Reyes de la Maza con su obra pionera Salón Rojo: Programas y crónicas del cine mudo en México y continuaron ese interés Leal, Barraza, el periodista Sánchez García, Dávalos, Miquel, Barbachano, y González Casanova, así como otros varios historiadores locales, que amparados e influenciados por la microhistoria desarrollada por Luis González y González han desmenuzado madejas documentales en archivos locales; polvosos, desordenados y mal clasificados, pero siempre ricos en información para el ojo acucioso del investigador.
Es a partir de la publicación de los estudios pioneros de Gabriel Ramírez, El cine yucateco; de Julia Tuñón, Historia de un sueño. El Hollywood tapatío y el perteneciente a Guillermo Vaidovits, El cine mudo en Guadalajara, que la microhistoria cinematográfica toma carta de naturalización dentro de la historiografía nacional. Por mucho tiempo se contempló al cine nacional como una industria con sede en la capital de la República, sin embargo es a partir de los años noventa que los estudios locales comienzan a tomar auge: Cine Tropical. Notas para una historia del cine en Mazatlán, 1897-1926 de Marco Antonio Lugo, Esplendor y ocaso de las salas de cine en Sinaloa de Jorge Briones Franco, El cine mudo en Chihuahua de Alma Montemayor y cierra el estudio regional de Norma Iglesias, Entre yerba, plomo y polvo. Lo fronterizo visto por el cine mexicano. Más reciente es La mirada desenterrada. Juárez y El Paso vistas por el cine (1896-1916) de Willivaldo Delgadillo y Maribel Limongi.
Dentro de la tradición historiografía que instauró don Luis González y González con su clásico Pueblo en vilo, Eduardo de la Vega Alfaro compiló una serie de ensayos de microhistoria cinematográfica regional que abarcan toda la geografía del país. Como resultado del I Coloquio de Historia del Cine Regional en México que se llevó a cabo en Guadalajara se publicó Microhistorias del cine en México. De interés local es la investigación incluida en el libro anterior que tiene como tema de estudio nuestro estado y de la autoría de Cuitláhuac Martín Gómez Salinas, De la pantalla a la vida cotidiana: exhibición cinematográfica en Tenango del Valle, Estado de México (1927-1989). Basado más en entrevistas personales que en material hemerográfico o bibliográfica logra una bien estructurada lectura de lo que el cine significó para los habitantes de esa ciudad y cómo modeló muchas de sus actividades, aunado a la memoria histórica que les construyó.
Por lo que respecta a otros estudios previos que privilegien el cine como fuente de estudio histórico en el Estado de México existen dos breves ensayos aparecidos en Castálida, revista del Instituto Mexiquense de Cultura, uno en 2005 titulado Actividades en el Cine Coliseo Revolución, 1939-1949 escrito por José Alfredo Germán Islas y el otro de Alfonso Sánchez Arteche Llega el cine a Toluca en 1994. La investigación histórica enfocada al fenómeno cinematográfico en el Estado de México, en especial al período mudo, es una veta virgen que necesita de historiadores que escarben en los archivos e interpreten los documentos para enriquecer el acervo histórico de Toluca y, por ende, el del Estado de México.
Este trabajo, primer esbozo del cine silente exhibido y filmado en Toluca consta de tres capítulos que escudriñan en los lustros iniciales del fenómeno, de 1896 a 1910. Para entonces el cinematógrafo ya se ha afincado entre las diversiones públicas y deja de ser visto como un mero aparato tecnológico de efímera vida. En la ciudad de México comienzan a proliferar establecimientos exclusivos para mostrar vistas. El cinematógrafo como aparato deja lugar al cinematógrafo como lugar al que se asiste para presenciar un espectáculo de vistas. Tardaría todavía un poco para que el término fuera utilizado para referirse a lo que el espectador ve en la pantalla por lo que en los anexos se incluyen las listas de las vistas exhibidas en Toluca.
El presente trabajo está basado mayormente en los documentos y fuentes primarias, principalmente carteles y programas de mano, que se conservan en el Archivo Histórico Municipal de Toluca, cuyo director el Lic. Jesús Apreza y su equipo fueron de invaluable ayuda para acceder a la información, aún bajo las precarias condiciones en que laboran. La cantidad de carteles y programas de mano accesibles al estudioso es diverso e incluye varias decenas de ellos. Los hay de ópera, circo, corridas de toros, conciertos, títeres, variedades y novedades europeas, hipnotismo y prestidigitación, zarzuelas, acróbatas y, claro, del cinematógrafo. La riqueza de información que se puede sacar sabiendo leer los carteles y folletos de mano fue la base del presente trabajo, que es una simple historia cronológica de la primera década en que se conoció el cine en Toluca. Basado en licencias, exenciones de impuesto, correcciones a oficios, pagos de impuesto, carteles, programas de mano y algunas notas periodísticas armé lo más posible del rompecabezas lineal para ubicar a los empresarios pioneros y transhumantes que exhibieron vistas en Toluca; las autoridades locales que autorizaban y cobraban impuestos por exhibición; las publicaciones periódicas y su visión del fenómeno, y lo más importante: las casi 900 vistas exhibidas durante los tres lustros.
Sin embargo, serán los carteles la herramienta que mejor ayuden al historiador. Éstos son de papel sumamente delgado y barato y es sorprendente que, aún arrumbados en un sótano, han resistido más de un siglo de indolencia histórica por parte de nuestras altas autoridades municipales. En la parte superior, como en un periódico, el título de la función, donde se mencionan las vistas más importantes o más rentables con una tipografía bastante más grande que aquella utilizada para la lista de vistas que se exhibían en cada función. Normalmente se dividía el programa en tres partes, aunque hay algunas excepciones, e iniciaban con una obertura por la orquesta, interviniendo ésta dos veces más durante los intermedios. El promedio de vistas por función varía entre treinta y cincuenta. Fue comparando las vistas exhibidas que logré compilar cerca de 900, que si bien en algunos casos por los títulos disímbolos no me permiten adivinar si son la misma, pero repetida.
            Las limitaciones que imponen el tiempo, tres meses, y los recursos, inexistentes, me impidieron ahondar en el tema, sin embargo este primer acercamiento, como bien el título del libro lo dice, es más una invitación para que otros historiadores profundicen y aporten puntos de vista enriquecedores de ese fascinante período de la historia del cine en México.
El Centro de Documentación del Gobierno del Estado de México cuenta entre su acervo con una colección completa de la Gaceta de Gobierno, única publicación periódica en Toluca durante esos años de la cual tenemos ejemplares. Varias publicaciones locales de principios del siglo XX no dejaron huella palpable de su existencia, ya que no hay ejemplares en las hemerotecas o archivos locales. Han desaparecido y sólo quedan en el recuerdo o mencionadas esporádicamente en la misma Gaceta de Gobierno: El Clarín, La Guirnalda, El Atalaya o El Gladiador. La Gaceta de Gobierno amablemente agradecía a los editores de esas revistas los ejemplares enviados y gracias a ella es que conocemos de su existencia, probablemente muy efímera.
El primer capítulo abarca el primer lustro, 1896 a 1900. Antes de entrar de lleno al cine silente en Toluca se hace una somera reseña de la llegada del cinematógrafo a México. La información local que abarca esos años es sumamente limitada y existen lagunas inmensas en lo que a datos se refiere. Sin embargo, varios empresarios visitan Toluca para dar a conocer el nuevo invento. Inicia el pionero Lorenzo Trujillo Marín quien exhibe la Exposición Imperial de vistas fijas y el cinematógrafo. Eduardo Hervet quien exhibe el cinematógrafo en el Teatro Principal, para terminar con Román J. Barreiro que visita Toluca en 1899 y los hermanos Becerril que están en aquí durante el último año del siglo XIX con su carpa que colocan en la plazuela del Carmen.
            El segundo está dedicado al lustro que va de 1901 a 1905. Augusto Delamare y su empresa se presentan durante mayo de 1901. Es también el año de Carlos Mongrand, pues el empresario exhibe funciones de cinematógrafo desde septiembre hasta noviembre en el Teatro Principal, mostrando sus dotes empresariales al organizar de forma rigurosa las presentaciones e incluye obras de Méliès y Zecca en su programación. Se exhiben cerca de 250 vistas de las cuales casi 40 son nacionales. El auge de la Exposición de París 1900, hace de las vistas de este evento plato fuerte en muchas funciones. Recién terminaba la exposición y múltiples vistas de ella se habían filmado y comercializado. Varias de ellas se proyectaron en Toluca.
Para 1902, año donde los hermanos Becerril exhiben la mayor cantidad de vistas mexicanas. Si bien la totalidad fue menor al año anterior en cuanto a vistas, por lo que se refiere a las nacionales se incrementó sustancialmente. Son la variedad de vistas lo que enriquece su filmografía, de por sí, bastante extensa para la época.
Es el año de 1904 donde sobresalen los nombres de Enrique Rosas, Salvador Toscano y Pedro Servín, caso muy especial este último, pues como empresario administra el Teatro Principal de Toluca, por lo cual acostumbra asociarse con los exhibidores itinerantes que se presentan en él y así sucede con las funciones del cinematógrafo dadas por Enrique Rosas y Salvador Toscano.
El tercer capítulo abarca el lustro de 1906 a 1910 y son los años donde se consolida el cinematógrafo en Toluca. Se abren varias salas de cinematógrafo administradas por personas locales, tales como los hermanos Romero, Alberto Isunza y la dupla de los señores Yrusteta y Nava.
            Algunos carteles incluyen reseñas de las vistas, sobre todo aquellas compuestas por varios cuadros y de “gran duración”. He respetado la ortografía de la época, así como los nombres utilizados en los títulos. Existen vistas de infinidad de castillos, iglesias, parques, lagos o plazas en cuyos nombres también he respetado la ortografía utilizada por los empresarios. Los carteles usan indiscriminadamente mayúsculas y minúsculas, más por un afán de atraer la atención del posible espectador. Aún así, son comunes los errores de impresión y no se diga, la forma de escribir nombres geográficos europeos.
            Los anexos incluyen la totalidad de las listas de vistas exhibidas en Toluca sin importar nacionalidad por año, así como las extensas reseñas de las vistas más largas que eran impresas en el reverso de los programas de mano, pero que conservaban el tamaño de un cartel.
Toluca, municipio que al inicio del siglo XX no rebasaba los 25 mil habitantes fue visitada por varios de los grandes pioneros de la cinematografía nacional: Carlos Mongrand, los hermanos Becerril, Enrique Rosas y Salvador Toscano seguidos por algunos empresarios casi desconocidos como Eduardo Hervet, Augusto Delamare o Lorenzo Trujillo Marín. No me queda más que invitarlos a adentrarse en un mundo, que no por haber desaparecido, deja de ser fascinante: el cine silente o mudo.
La llegada del cinematógrafo a Toluca fue, como en la mayoría de las ciudades, trabajo de aventureros que con aparatos a cuestas viajaron por todos los rincones del país llevando el “séptimo arte”, aunque todavía no se le llamara con ese apelativo, a ser conocido por todo mundo. También, como en toda ciudad o poblado del país, al poco rato se instalaron empresarios locales que utilizaron establecimientos especializados en la proyección de vistas.
No puedo dejar de reconocer, también, el magnífico trabajo editorial de Jorge Manuel Herrera; las horas invertidas, así como sus constantes recomendaciones para llevar a puerto seguro este primer acercamiento a la historia de los inicios del cine en Toluca. Agradezco las líneas que amablemente dedica Juan Felipe Leal a este Atisbo a los inicios del cine en Toluca 1896-1910, así como a la LVIII Legislatura Estatal y a las autoridades del Ayuntamiento de Toluca del trienio 2009-2012, mi sincero agradecimiento por haber aportado los recursos para que esta obra viera la luz. Espero, pues, que esta obra me motive en un futuro no muy lejano, a zambullirme en el archivo local y termine lo ya iniciado con la obra que tienen en sus manos: la segunda parte que comprendería los años 1911 a 1930.
Toluca de Lerdo,

México, 2013.

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