domingo, 4 de agosto de 2013

“El club del suicidio”, transgresor filme gore japonés sobre las muertes en masa


Félix Morriña

El tema del suicidio en cualquier momento de nuestras vidas es algo muy complicado que muchos dejan de lado, lo omiten por razones obvias y se convierte en tabú. Yaya, recién te comenté que ya no me gusta hablar de gente conocida que ha terminado con su vida. Hace mucho que el concepto dejó de ser parte importante en mis charlas de sobremesa. Ya no creo en el suicidio como forma de transgredir de manera sociocultural y como acto político que marque un antes y un después, aunque el añejo sentimiento de quienes lo han hecho sobreviene de vez en cuando, y a veces, me pregunto si los defraudé. La verdad es que no. Han pasado muchos años de aquellos pensamientos, de aquellas sensaciones de abandonar la faz de la tierra, porque he dado vida. El suicidio es cosa del pasado.
Después de tantos años de haber escuchado a músicos como el inglés Ian Curtis de Joy Division, de haber leído a  literatos como el japonés Yukio Mishima, que se quitaron la vida por razones y situaciones diversas, la fascinación por la muerte siempre estuvo presente en sus obras, en sus proyectos, en su forma de vida. ¡Qué contradictorio! Pero así es la existencia. La muerte siempre ha causado misterio y fascinación en todo ente creativo, por el simple hecho de que nadie sabe qué sucede detrás del umbral de este trayecto. La muerte tiene permiso. La muerte está en todos lados, en ti, en mí, frente suyo, frente mío y se hace de ella arte, aunque muchos no lo acepten.
Y todo esto viene a colación Yaya porque hemos visto, por separado, un filme que nos dejó con muchas dudas, con muchas sensaciones, con incertidumbre, con molestias y con incomodidad, y por ese simple hecho cumple con su cometido artístico: “El club del suicidio” (2002) del afamado director nipón Sion Sono, que llegó a mis manos en formato DVD. De entrada y sin mayores referencias la recomiendo a mis queridos lectores para estos días de intensa lluvia. Este clima permite la reflexión de las muertes masivas en una nación primer mundista, con todos los avances tecnológicos habidos y por haber, un consumismo exacerbado, un nivel de competencia atroz y un fanatismo musical potenciado por los medios masivos de comunicación. Todo eso junto, más una gran dosis de gore, hacen de este filme de culto una referencia a una década de haberse estrenado.
¿Puede usted querido lector imaginarse a 54 infantes uniformadas saliendo de clase con sus Iphones, MP3, celulares vanguardistas y demás parafernalia tecnológica para estar comunicadas, entrar a la estación más transitada de la capital japonesa con una sonrisa de oreja a oreja para acto seguido unir sus manos y lanzarse a las vías del tren y dejar una estela sangrienta en la primera escena de “El club del suicidio”? ¿Yaya qué imaginaste antes de dormir esa madrugada de lunes cuando lo primero que viste fue esa lúdica imagen salpicando de rojo la pantalla de la televisión casera?
Durante 99 minutos Sion Sono nos conduce por un Japón descontrolado por una ola de suicidios masivos, al inicio estudiantes y poco a poco van sumándose otros sectores de la sociedad civil. La policía no sabe cómo proceder ante una sociedad zombificada, sumergida en su propio fango ideológico, en su propia clandestinidad, en sus propios grupos transgresores (incluyendo clanes de niños, mismos que se desconoce quién o quiénes están detrás de ellos. Se da a entender que es el propio sistema sociopolítico japonés). La policía desconoce por completo que detrás de todo este terrible asunto está la música subliminal de un grupo infantil (así como los medios masivos de comunicación, en específico la Internet) y un bizarro grupo de exuberantes, glamurosos, fetichistas y ambiguos fanáticos asesinos seriales que se dicen ser los líderes de “El club del suicidio”.
El tema musical principal es sumamente sugestivo, encantadoramente sicótico, digno de cantarse si uno pudiera lograr la entonación japonesa del idioma inglés. Los asesinos seriales durante la canción en la película se encuentran en “La habitación del placer” excitándose mientras uno de ellos viola y apuñala a una de las víctimas que está sometida bajo sábanas blancas que se llenan brutalmente de sangre, mientras un par de chicas deliran de miedo por saber que serán las siguientes. ¿Serán ellos los verdaderos causantes de las muertes masivas o serán sólo uno tipos que buscan sus 15 minutos de fama Warholiana? La traducción de la letra señala:
“Durante épocas y épocas el cielo es azul/ Y aún es raro como la gente parece enamorarse./ Un extraño perro amarillo,/ la eternidad sonríe burlonamente al ver cómo nos desgarramos y después nos amamos./ Porque la muerte./ Porque la muerte./ Porque la muerte brilla toda la noche./ Quiero morir hermosamente como Juana de Arco/ en una película de Bresson./ Lección uno, aplicar la crema de afeitar/ y sonríe, entonces lentamente le destrozas el corazón./ Porque la muerte./ Porque la muerte./ Porque la muerte brilla toda la noche./Siente la calidez de la lluvia de primavera,/ que suavemente moja tu mejilla…/ te marca con lágrimas secas./ Un inocente niño de cinco años mirando inexpresivamente la cara de la muerte,/ mientras su corazón es cortado y desgarrado./ Porque la muerte./ Porque la muerte./ Porque la muerte brilla toda la noche…”.
La fotografía de Kazuto Sato hace más grata visualmente la cantidad excesiva de sangre en este drama social; la música de Tomoki Hasegawa es fundamental en esta obra maestra de Sion Sono. Los actores acá no son conocidos, pero se dice que en Japón son populares. El guión lo hizo el propio Sono y la verdad Yaya es de esos pocos filmes japoneses recientes que me han atrapado, me han movido las entrañas y me han hecho recordar a mis amigos suicidas, a lejanos conocidos que han asesinado por placer, o por razones desconocidos por este interlocutor. Como he dicho, la fascinación por la muerte es todo un misterio, ya sea como víctima o victimario. Lo único que puedo decir ahora Yaya es que “El club del suicidio” es un filme que debemos ver una y otra vez para apreciarlo mucho más. ¡Hasta la próxima!

Twitter: @fmorrina
Facebook: Félix Morriña


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