Félix Morriña
Luego
de 13 años, Motörhead visitó por segunda ocasión tierra azteca, pero ahora lo
hizo como cabeza de cartel dentro de la segunda edición del Force Metal Fest,
celebrado el pasado viernes 17 de mayo en el Palacio de los Deportes. La
primera ocasión, la banda del bajista inglés Lemmy Kilmister, se presentó ante
casi mil personas en el mítico Hard Rock de Polanco y en esta nueva visita
había poco más de 10 mil amantes del metal pesado, lo que hizo pensar en una
mejora considerable si tomamos en cuenta que acompañaron a la banda en esta
travesía de poco más de ocho horas de encuentro seis agrupaciones de gran nivel
y talento.
Pinhead, Haggard, Moonspell,
Suicidal Tendencies, Testament y Anthrax fueron las bandas que antecedieron en
el escenario a Motörhead. Cada una de ellas entregó lo mejor de sí en casi una
hora de actuación por grupo. El audio e iluminación fueron “in crescendo”
conforme pasaban las horas, al igual que la asistencia al foro de Añil y
Churubusco en la capital del país. Este interlocutor, por razones extra laborales,
llegó hasta las actuaciones de Moonspell, perdiéndose las presentaciones de las
dos primeras Pinhead y Haggard, que según mis célebres colegas, los hermanos
Zúñiga de Iztapalapa (Pepe y Alfredo), hicieron digno papel, pero que el
sistema de audio no fue el apropiado.
Desde mi particular punto de vista,
la quinteta de Moonspell se esforzó demasiado, pero se perdieron entre la
pésima ecualización y la falta de atención del respetable, que en ese momento
hacían lucir al Palacio de los Deportes como el Estadio Azul cuando estuvo ahí
en mitin político la ex candidata a la presidencia de la República, Josefina
Vázquez Mota. En otras palabras, el Domo de Cobre estaba prácticamente vacío,
permitiendo pensar que el metal ha pasado a ser un género para muy pocos en
este país cada vez más clavado en música populosas y de masas sin sentido, pero
afortunadamente, el foro se fue llenando hasta que subieron al escenario
Testament.
Antes de la banda de Chuck Billy,
subieron la poderosa agrupación californiana de hardcore punk y trash metal Suicidal
Tendencies, quienes por vez primera visitaban México y lo hicieron memorable,
no sólo porque interpretaron un selecto set de canciones compuestas desde 1981 hasta
el disco “13” del 2013. A partir de Suicidal, el “mosh pit” (slam) se hizo en
grande, al grado de hacerse un remolino de cuerpos y cabezas volando con una
intensidad que recordaba un poco a la presentación de Slayer en noviembre
pasado cuando se presentó en el Maquinaria Fest en la Arena Ciudad de México,
sólo que con menos público.
Cuando tocó turno a Testament, al
fondo del escenario se podía apreciar la portada del reciente disco de la banda
“Dark Roots Of Earth”, muy preciosista y tenebrosa al mismo tiempo, pero que
lució como escenario perfecto para la interpretación de ‘Rise Up’, ‘Into The
Pit’, ‘Native Blood’, ‘Over The Wall’, entre otras que fueron vitoreadas por el
respetable.
A la mitad de la actuación de
Testament se corrió la voz de que se terminaría la venta de cerveza en el
Palacio de los Deportes, pero nada de eso ocurrió, porque se trató de una treta
publicitaria para vender más. Se decía que la raza se estaba poniendo muy heavy
y que podría salirse de control. Nada de eso, estaban “pesados” por la música,
la euforia y el deseo de ver de una vez por todas a Motörhead, pero antes,
Anthrax nos pondría a tono con su bagaje trash y sus rolas ‘Caught In A Mosh’,
‘March Of The S.O.D” y la que hizo a este “servibar y amigo” meterse al slam
fue la potentísima ‘I Am The Law’ con lo cual el festival estaba resuelto.
Poco antes de que subiera al
escenario Lemmy Kilmister, por doquier salieron, cual escena erótica
sadomasoquista, puñados de mujeres hermosas llenas de tatuajes y vestuario ad
hoc. Hacía mucho que mis ojos no veían en grupo a hambrientas y sedientas
féminas buscando pelea, buscando la oportunidad de sumergirse en alguna
entrepierna o en alguna tina de whisky y cerveza. Nada le piden estas ninfas
“trahseras” mexicas a alguna sajona, árabe, libanesa u oriental, porque sus
exuberantes corpus sabían qué hacer en cada rola de Motörhead. Además del “head
banging”, podían abrir la boca tan grande como para meter un vaso de cristal
con todo y contenido (incluyendo el seminal). Esa sugerente manera de abrir la
boca para berrear algún tema de Kilmister, sólo es posible si en el fondo está
la potentísima voz de Lemmy, quien a sus 67 años aún sigue siendo rompe
tímpanos y teniendo primeros lugares al respecto.
Algunas de las rolas que tocó
Motörhead y que cambiaron el rumbo de la noche fueron ‘I Know How To Die’,
‘Damage Case’, ‘Metropolis’, ‘Rock It’, ‘Ove The Top’, ‘The One To Sing The
Blues’, ‘Ace Of Spades’, ‘We Are Motörhead And We Play Rock & Roll’ y la
maravillosa ‘Overkill’. Motörhead nos hizo la noche y creo que muchas más, cada
vez que recuerde a alguna de esas tipas tatuadas que bailoteaban frente mío
hasta caerse de placer heavymetalero. En esos cuerpos, en verdad que sí lucían
esos complicados e incomprensibles tatuajes.
Al
final del concierto y del festival, todos veíamos con pleitesía la gigantesca
manta con el nombre de una de las mejores y respetadas bandas del orbe, esa que
por segunda ocasión nos complaciera con su música y aportaciones al rock
pesado. Gracias Motörhead por ese conciertazo. ¡Hasta la próxima!
Twitter:
@fmorrina
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