martes, 31 de julio de 2012

Los espíritus de Tom Jones, rinden pleitesía a maestros generacionales


Félix Morriña

¿Qué decir cuando ves al legendario Tom Jones, con 72 años de edad a cuestas, cantar a los cuatro vientos una idónea paráfrasis de la bella canción “Tower Of Song” del maestro Leonard Cohen, donde menciona que sus amigos se han ido y su pelo es de color gris; que le duele no saber más de los lugares donde solía jugar y gritar que estaba loco de amor; pero sobre todo, cuando cumplía diariamente con la renta del lugar donde vivía?
         Si a eso agregamos unos ojos azules cansados en el video de esa canción versionada por Tom Jones, incluida en su nuevo disco titulado Spirit In The Room (Island Records, 2012), entonces estamos hablando de una despedida terrenal anticipada. Esa mirada, ese pelo completamente blanco-gris plateado, esas arrugas en su tez bronceada, esa forma de cantar nada festiva y sí muy doliente, nos indica que el histrión galés, empieza a decirnos que ya es hora de empacar las maletas.
         Sabemos que la letra del tata Leonard Cohen indica estoico: “Yo nací así, no tuve opción/ Yo nací con el don de una voz de oro./ Y veintisiete ángeles del Gran Más Allá/ me ataron a esta mesa aquí/ en la Torre de la Canción./ Así que puedes meter clavijas en ese muñeco vudú/ pero lo siento mucho nena, no se parece a mí en nada./ Estoy de pie junto a la ventana donde la luz es mucho más fuerte./ Ah! No dejen que una mujer me mate/ no en la Torre de la canción…”, pero en la voz susurrante de Tom Jones, para su versión de Spirit In The Room, la hace aún más tétricamente sentida, en un escenario decadente, una casona vieja donde parece recordarnos solía vivir sus mejores épocas infantiles y juveniles.
         Es más, insisto mucho en este tema, más allá de lo que signifique para Cohen como para Jones, y de lo que pudiera representar para alguien que añora de repente momentos de despedida, que todas esas sensaciones son la portada de esta hostia plateada. Lo que vemos en el video de “Tower Of Song” resultó en la portada realizada por Studio Fury, con la fotografía de Julian Broad y la aprobación de Louis Bloom. Ver a Tom Jones recagado en la pared de una escalera que lleva a la desolación es el marco perfecto del contenido del disco producido de manera ejecutiva por Mark Woodward y en la discográfica por Ethan Johns.
En este disco, el cantante británico hace honores a sus amigos generacionales o contemporáneos a su reconocida trayectoria, como es el caso de Paul McCartney, de quien Jones reversionó “(I Want To) Come Home”; de Odetta Felious Gordon, el tema “Hit Or Miss”; de Paul Simon, “Love And Blessing”; de Blind Willie Johnson, “Soul Of A Man”; del maestrazo Tom Waits, “Bad As Me” y de Richard Thompson, “Dimming Of The Day”, por mencionar algunos dolores de muelas en el corazón.
Como fiel seguidor de Tom Waits, puedo decir que esta canción, traducida literalmente como “Malo como yo” (“Bad As Me”), habla de la irreverencia natural existente en todo ente creativo que se niega a ser doblegado. Tom Waits, como Tom Jones, se niegan a ser a estas alturas lo que el sistema quiere y se las ingenian para lograrlo de manera descarada. Son verdaderos artistas que representan irreverencias y contradicciones a propósito.
Tom Jones trata de convertirse en una aceptable representación sonora de Tom Waits con la estética inglesa. Claro que para los amantes de la música de Waits, siempre pondremos “peros” a las versiones hechas por otros, porque nadie puede superar la grasienta voz del estadounidense y difícilmente se logran las letras escritas desde el fondo de su cavernario corazón: “Tú eres la cabeza de la lanza,/ usted es el clavo en la cruz/ Tú eres la mosca en mi cerveza,/ usted es la llave que se perdió,/ usted es la cara de Jesús en la pared del baño,/ usted es la madre superiora en un solo sostén,/ tú eres el mismo tipo de mal que yo (jajajajajajjaja)”.
Los otros temas restantes son “Travelling Shoes” del propio Tom Jones y su guitarrista y productor Ethan Johns; “All Blues Hail Mary” de Joseph Lee Henry, y finalmente, la décima rola del disco se llama “Charlie Darwin” de Jocelyn Jagger Adams. Éste último tema es la esencia gospel y de música de cámara que te provoca el sueño de los justos.
No cabe duda de que Tom Jones en este disco fue guiado por sus espíritus en el largo y sinuoso recorrido por su pasado interno, para evitar caer en los brazos del eterno. Tal vez Tom Jones no se haya dado cuenta y yace desde hace muchos años en unos brazos existencialistas del pasado histórico de la música, pero haber grabado Spirit In The Room (por cierto en los estudios de Peter Grabriel, Real World) nos ha permitido a nosotros rendirle pleitesia a todos esos grandes del blues, del soul y del rock, siempre bien acompañado del baterista Stella Mozgawa; los bajistas, Ian Jennings y Sam Dixon; el pianista Richard Causon y el mencionado seis cuerdas, Ethan Johns. ¡Disfrútelo plenamente por favor!

Twitter: @fmorrina

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