Félix Morriña
Varios
nos preguntábamos la noche del sábado pasado si el hecho de llevar un festival
de rock a un recinto como el Pepsi Center del WTC le restaba rebeldía, enrarecido
sentimiento subterráneo, lo convertía en un circo mediático y un encuentro
fresa, demasiado light como sucedió
con la primera edición del Viña Real Fest, puede que tengan razón, pero a estas
alturas del partido, también es válido que las bandas participantes, sea cual
sea su historial y propuesta, tengan la posibilidad de tener la mejor
infraestructura para dar a conocer lo mejor de su trabajo creativo, y aún
mejor, que se escuchen como cualquier banda propositiva del mundo, y eso,
afortunadamente sucedió el sábado 7 de julio en el complejo mercantil de la
colonia Nápoles de la capital federal.
Para los que no lo sepan, el Pepsi
Center del World Trade Center (WTC) es un recinto de lujo con todo lo necesario
para conciertos masivos, es un espacio cómodo, ideal e idóneo, con atenciones personalizadas
que espantan y al mismo tiempo agradan (te dejan con la boca abierta), al grado
de que no te la crees y piensas que el rock ya se jodió, ya se endulzó y ahora
en cualquier momento pasa a ser parte, ya no de la canasta básica del
entretenimiento, sino del cada vez más superfluo y barato negocio de la música
comercial. Dirían los ortodoxos: ¡Qué horror!
Para los que están acostumbrados a
los hoyos funkies, a lo grasoso de los pisos de galerones abandonados, a la
banda tercermundista con boletos a precios de risa, o entradas gratis vía el
portazo en colonias suburbanas, el Pepsi Center es un sueño neoyorquino a la
vuelta de casa, un espacio sólo concebible en los programas de televisión del
llamado primer mundo. Sucede que ahora todos tienen la posibilidad de vivir esa
experiencia sin tapujos, sin prejuicios y sobrellevando el clasismo defeño en
un terruño otrora para los capos industriales.
Con
tan sólo 450 pesos, el boleto más caro, porque el más barato fue de 350 y
muchos revendedores tuvieron que venderlos entrada la tarde noche a 100 pesitos,
más los insumos etílicos, el joven rockero en ciernes la pasó súper de las 14
horas a cerca de la media noche del sábado pasado. Los que compraron los boletos en 100 pesos les fue más chévere
porque llegaron para ver a las bandas estelares del cartel, como fueron
Salvador y Los Eones, División Minúscula, Los Estrambóticos, Jumbo, Plastilina Mosh
y los argentinos estelares de Los Caligaris. Los que llegaron desde el inicio
vieron a bandas noveles que pueden dar el salto con los años, como son Summer
Glam, Red Búffalo, Oh! Que la Canción, Messiah, Gaspar Anzures, Marlish, los
aplaudidos Ideología Vigente y La Fridha, quienes hicieron lo suyo para agradar
y quedar bien parados. Todos gozamos y prácticamente se llenó el foro.
Puede
decirse que el Viña Real Fest tiene la intención de acercarse al Festival Vive
Latino, en cuanto a infraestructura y sonido se refiere, incluso en el Pepsi
Center está mejor porque se desarrolla en interiores, evitando a toda costa el
frío, o el calor, o la lluvia. Claro está que la diferencia se basó en que se
llevó a cabo solo en un día y con una programación de bandas débil por ser el
primero de una larga saga. También está la ventaja de que en la zona está
repleta de ofertas mercantiles de todo tipo y con mucho transporte, por el
simple hecho de que está en una de las colonias más importantes de la Ciudad de
México y sobre la Avenida Insurgentes.
La
pregunta de ¿a quién no le gusta ser bien tratado y recompensado con buena
música en un entorno muy grato? Yo creo que a nadie, así que si este festival
fue llevado a este espacio, yo lo aplaudo y apoyo. ¿A quién le importa a estas
alturas que el rock haya sido domesticado y metido con facilidad a la canasta
básica del entretenimiento masivo? Yo creo que a nadie, más a los que ya sufrimos
todas las penurias de este larguísimo proceso que es la historia del rock
mexicano en más de tres décadas. Por supuesto que eso no quiere decir que
hayamos perdido el cariño por los hoyos funkies, donde todavía existen bandas
aguerridas haciendo su lucha desde las cavernas, desde lo subterráneo, desde lo
más profundo del México bruto. También a esos les aplaudo la resistencia, pero
en definitiva el Pepsi Center es una belleza que eleva al rock al nivel que
merece.
Además,
nadie dice nada que bandas como Misfist, The Creatures (con Siouxsie Sioux,
cantante de The Banshees), BB King y Motörhead, entre otras leyendas, hayan
tocado en lugares como el Hard Rock de Polanco, cuando lo importante es lo que
traen, lo que ofrecen y lo hacen bien en un entorno aparentemente ajeno a su
idiosincrasia y terruño. En Nueva York, las bandas “pesadas” tocan en sitios
como el Pepsi Center, así que señores rockeros sufridamente ortodoxos, déjense
de pendejadas y disfruten de la comodidad de sitios que nos ofrecen las transnacionales.
¡Queremos un sitio así en varias partes de la provincia mexicana!
fmorrina@yahoo.com.mx
Twitter:
@fmorrina
No hay comentarios:
Publicar un comentario