Félix Morriña
Apenas
alcanzo asimilarlo. Las piernas me tiemblan aún. El corazón desconoce ese agrio
sentimiento de tu muerte, como nunca antes. La garganta no entiende este tipo
de nudos. Apenas me estoy recuperando de la muerte del Flaco Luis Alberto Spinetta y ya cae uno más de los grandes. Tú,
Lucio Dalla, me diste tantas alegrías y sanos sentimientos con tu sentidísima
música que ahora no sé cómo corresponderte. No sé cómo redactar un texto en tu
honor. Lo único que se me ocurre es tratar de recordar tu concierto en el
Teatro Metropólitan, si la memoria no me falla (¿o fue en el Auditorio
Nacional?). ¡Maldita sea!, no encuentro mis acreditaciones de la época en mi
estudio. Fue hace mucho tiempo. Este cambio de casa desespera por no encontrar
lo más valioso: Las notas que escribí de tu estancia en México.
Luego
de dar vueltas a ciegas como gallina antes de dormir, rememoro la cantidad de
lágrimas derramadas cuando cantaste aquella canción en memoria del piloto
brasileño Ayrton Senna Da Silva, que para muchos es el más grande de esa
nación, más allá de patear un balón de soccer. Recuerdo, eso sí, que lloré con
tus canciones esa noche y vagué por mi amada Metrópoli defeña sin rumbo fijo y
con una botella de Jack Daniels. Me confundía entre los borrachos, vagabundos y
perdedores-ganadores de la Ciudad de México. Nadie reparaba en mi llanto. ¡Qué belleza!
Yo
nunca he tocado un piano forte, pero
tú, amado Lucio, hiciste justicia por mí al hacerlo sonar como desee en mis más
profundo sueños y anhelos. Mientras escribo esta columna, subo a tope el
volumen del empolvado aparato reproductor de casetes de hace 20 años para
escuchar y cantar a todo lo que dan mis pulmones “Caruso”, sin importarme el
qué dirán mis nuevos vecinos del Conjunto Allende de La Independencia-Meteoro. Argos ladra sin parar, no le gusta verme
así… “Te voglio bene assaie/ ma tanto
tanto bene sai/ é una catena ormai/ che scioglie il sangue dint’e vene sai./
Vide le luci in mezzo al mare/ pensó alle notti lá in America/ me erano solo le
lampare/ e la banca scia di un’ elica…/ Senti il dolore nella música,/ si alzó
dal pianoforte….”. (“Te quiero mucho, pero mucho, mucho, lo sabes…/ es una
cadena ahora/ que funde la sangre en las venas, lo sabes…/ Vio las luces dentro
del mar,/ pensó en las noches allí en América/ pero sólo era el reflejo de
algunos barcos/ y la blanca estela de una hélice./ Sintió el dolor en la
música, se levantó del piano…”).
Amado
maestro, te dejo partir. Cuando nos volvamos a encontrar, tanto en el cielo
como en el infierno, tócame al piano, per
favore, “Ayrton Senna”… Lucio Dalla muere a los 69 años de edad de un paro
cardiaco. Se encontraba en Montreaux, Suiza, para hacer una serie de
conciertos. ¡Adiós Lucio, adiós!
Pasando
a otro tema, el documental más esperado sobre la historia de la banda británica
Queen salió al mercado el año pasado bajo el título Queen, Days Of Our Lives y fue dirigido por el productor Matt O’Casey.
La portada del DVD señala que es el documental definitivo de una de las mejores
bandas de rock del mundo y el seguidor más fiel lo puede constatar en este
material producido por la BBC de Londres y dado a conocer en mayo del 2011.
En
esta investigación, el espectador podrá encontrar imágenes inéditas de la
agrupación nacida en 1971, así como escuchará declaraciones nunca antes dadas a
conocer por sus principales protagonistas. El documental inicia con la imagen aérea
del estadio de Wembley del día 12 de julio de 1986, justo cuando Freddie
Mercury le dice a su fiel público inglés de que hay algunas personas que
piensan que el grupo llegó a su fin, de que van a separarse y él espeta con
ironía: “Ustedes, ¿qué creen?... No crean nada, son puras mentiras. Nosotros,
Queen, seguiremos hasta que moramos”. El público enloquece y se entrega por
completo. Acto seguido aparecen por separado y con muchos años encima, el
baterista Roger Taylor y el guitarrista Brian May, quienes rememoran momentos
álgidos en su relación como músicos, amigos y cómplices de múltiples batallas
dentro y fuera del escenario.
Sin menospreciar el trabajo del
bajista John Decon, al no participar de lleno en la realización del documental
por estar retirado de los escenarios y de la vida pública, tanto Taylor como
May hicieron el recorrido en el que plantearon los momentos en el que la prensa
inglesa no los quería, de lo mal que la pasaron durante los primeros años del
grupo, hasta el momento de la fama, los excesos y la caída, que llegó con la
muerte de Freddie Mercury por Sida en 1991 a la edad de 45 años. Narran también
cómo fue sobrellevar la enfermedad del cantante hasta sus últimas
consecuencias, al grado de esperar tanto tiempo para salir de gira con el cantante
Paul Rodgers del 2004 al 2009, lo cual no fue del todo aceptado por los
seguidores. Todo mundo sabe que nada será igual sin Freddie Mercury.
El documental sale al mercado poco
tiempo después de haber salido la edición conmemorativa de los 25 años de la
celebración de los conciertos de Queen en el mítico estadio de Wembley. Sobre
dicha edición publicamos en este espacio periodístico en su momento, por lo que
invito a mis lectores a que consulten mi blog, cuya dirección aparece al final
de la columna. El motivo por el cual este documental sobresale de todo lo que
se haya grabado y proyectado dentro del séptimo arte es que conmemora los 40
años de creación de Queen, que fue de manera oficial festejado el año pasado.
El DVD contiene además, una sección adicional de videos de las canciones
“Seven Seas Of Rhye”, “Killer Queen”, “Somebody To Love”, “We Are The
Champions”, “Crazy Little Thing Called Love”, “Under Preassure” y “Radio Ga
Ga”. No
deje pasar la oportunidad de revivir sentimientos encontrados.
¿Qué hacer en
esta vida sin Lucio Dalla y Freddie Mercury?
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