Félix Morriña
¿Alguna vez les ha excitado la violencia fílmica estilizada con formato de los años 70, pero inspirada en los 50, debido a la escenografía, la fotografía, el sonido, las acertadas actuaciones y una banda sonora efectiva? ¿Qué similitudes hay entre los directores Quentin Tarantino (“Pulp Fiction”), Guy Ritchie (“Snatch: Cerdos y diamantes”), Frank Miller-Robert Rodríguez (“Sin City”) y David Lynch (“Salvaje de corazón”) con Russell Mulcahy (“Give’em Hell, Malone”)? La respuesta a ambas preguntas es sencilla: Su escrupulosa fijación por los excesos, la violencia por la violencia, las historietas, las cintas serie B y todo lo que tenga que ver con el concepto “noir”, al grado de ver la vida de esa manera.
Llegó a mis manos en formato DVD hace una semana, a dos años de su estreno en la Unión Americana y de su presencia en México no tenía ni idea, pero sin más recomiendo esta película del director de “Razorback” (1984), “Los inmortales” (1986), “Ricochet” (1991), “La sombra” (1994), “Highlander II: The Quickening” (1991) y “Resident Evil: Extintion” (2007), entre otras películas de mediano calibre.
Tal vez recuerden mucho más al veterano australiano Russell Mulcahy (1953) como videasta de temas como “Hungry Like The Wolf”, “The Reflex” y “The Wild Boys” de la banda Duran Duran, como de algunos temas de Elton John: “Elton’s Song”, “Fascist Faces”, “The Fox” y “Heart In The Right Place”, como del maravilloso pop de Spandau Ballet con la rola “True”, o bien “Total Eclipse Of The Heart” de Bonnie Tyler y tal vez “Vienna”, “The Thin Wall” y “The Voice” de Ultravox, hasta llegar a los videoclips de Kim Carnes, en especial “Bette Davis Eyes”. ¡Upssss! Y se me olvidaron algunos de The Rolling Stones, Billy Joel, Queen, Fleetwood Mac, Culture Club, Rod Stewart, Def Leppard, Boy George, Supertramp, The Motels, Talk Talk, ACDC, XTC y The Human League, entre muchos otros.
Por esta simple razón de que Russell Mulcahy es un videasta connotado y reconocido por sus propios detractores, la banda sonora de “Give’em Hell, Malone” es una joyita que deberán conseguir a la par de la película, misma que puedo decirles tuvo la impecable virtud de un ojo clínico para los efectos especiales, para detenerse en cámara lenta durante las tomas donde más impacto visual surtirían efecto en el espectador, justo cuando las balas entran en cuerpos, convertidos en carne de cañón, sin que cauce malestar estomacal o sicológico en el respetable.
La historia se centra en un alcohólico investigador privado, convertido en respetable duro asesino a sueldo, difícil de matar que debe recuperar un maletín, cuyo contenido descubre luego de su primer enfrentamiento con un grupo de delincuentes trajeados. Lo que ve dentro de ese maletín lo remonta a su familia, misteriosamente “asesinada” años atrás, con lo cual descubre que lo quieren matar. En ese momento no sabe quién es la verdadera persona que lo ha contratado, para ello se va mezclando con todo tipo de criminales que en algún momento ha trabajado con ellos, o bien, ha tenido que perseguir.
Conforme pasa la trama, “Malone” (interpretado magistralmente por Thomas Jane, ése que hiciera el papel protagónico en “Punisher”), se va involucrando con una sexy mujer, otrora prostituta (encarnado en la bella española Elsa Pataky), quien le ayuda para llegar al magnate de la ciudad (caracterizado por French Stewart), pero en el camino aparece un negro gigantón puño de acero (el genial Ving Rhames), una oriental mujer cuchillo navaja circense (Chris Yen) y un alucinante piromaniaco que ha sufrido las quemaduras en carne propia (este es el mejor personaje que le he conocido al master Doug Hutchinson, sí ese canijo actor de la serie “Lost” de 51 años que se ha casado con su novia de 16 años). Este thriller crimen-suspenso merece la atención de los amantes del género a la brevedad.
Entre lo más destacable de la película están dos escenas, la primera en una feria itinerante con todo y caballitos, rueda de la fortuna y demás parafernalia donde hay un enfrentamiento entre espejos, lo cual es muy aprovechado por el cineasta Mulcahy. La segunda se lleva a cabo en un teatro, que recuerda por momentos al Teatro Negro de Praga con una sutil mezcla de Teatro Kabuki, donde el fuego, público asistente asesinado (todos los que han muerto durante el filme), espadas y un cantante ultimado colocado como si fuera a cantar su mejor pieza, hacen que uno vuelva a repetir una y otra vez la escena en el reproductor de DVD’s.
No queda más que exhortarlos a adquirir este filme, porque debe estar en su videoteca favorita sin lugar a dudas. ¡Que la disfruten!
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