domingo, 17 de julio de 2011

Dee Dee Ramone: La comedia negra del rocanrol

Félix Morriña

Después de haber proyectado una videoentrevista hecha por Benjamín Gutiérrez a este interlocutor la tarde noche del pasado miércoles 13 de julio en el Bar 2 de Abril, donde hablé de mi experiencia de dos décadas dentro del periodismo cultural y de haber platicado a medio centenar de invitados anécdotas con personajes de la talla de Dee Dee Ramone, Stratovarius, Chavela Vargas, Los Piojos, Lou Reed, Mercedes Sosa, Peter Grenaway, Pina Bausch y muchísimos personajes más, me propuse transcribir la entrevista que sostuve con Dee Dee Ramone, la cual fue publicada el miércoles 21 de junio del 2000 en Milenio Diario (la edición nacional, por supuesto), porque resultó la más atractiva para el público que asistió a las actividades organizadas por el colectivo Movimiento Cultural en Resistencia, Rebeldía y Revolución. Que la disfruten:
            Cadavérico, casi un fantasma de su propio pasado tormentoso, el otrora rock star Dee Dee Ramone consume una taza de café con la característica ansiedad de un politoxicómano en recuperación durante una entrevista que se convirtió en un largo monólogo la tarde del martes 20 de junio del 2000. Dice que su siquiatra le ha recomendado que se dedique a tocar su música para enfermos terminales en clínicas y que deje de viajar en exceso porque le afecta mucho a su organismo.
            “Mi médico me dice que ya es hora de que deje todo esto y me dedique a mis cosas personales, comentó el compositor, pero ¿qué hace un músico?, sino tocar hasta que se muera, ¿no? Además, una persona como yo, que no tiene familia, ni hijos, ni le interesa a nadie, salvo a mi esposa Bárbara, de nacionalidad argentina, con quien comparto la música, no le queda más remedio que seguir en este negocio”.
            Muchos recordarán el concierto de The Ramones en el ex Balneario Olímpico de Pantitlán hace poco más de un lustro, cuando hicieron temblar a las autoridades estatales y municipales de la zona al ver la gran cantidad de “outsiders”, “loosers”, “deelers”, entiéndase vagos, perdedores, traficantes y toda la fauna de los barrios bajos de la megalópolis defeña, que arribaron al lugar con el definido plan de no pagar boleto y dar el malévolo portazo.
            De aquella experiencia, Dee Dee Ramone recuerda que está realmente fastidiado de que lo relacionen con cualquier acto violento en el terreno de la música que interpreta. “Claro, han hecho una metáfora de mi nombre relacionándola con la violencia. Ya sé que siempre la hubo en los conciertos de The Ramones, pero espero que a estas alturas la gente no vea en los carteles donde aparezca eso, ya que estoy tratando de olvidar”.
            Sus múltiples tatuajes de calaveras, cartas de la baraja, leopardos, gatos, coronas, armas de calibre corto y chicas desnudas en los brazos, lo hacen ver más decadente, a la vez que refleja la verdadera esencia del punk rock anarquista de los años setenta, reflejo de una generación que deseó la consumación rápida y que sin embargo se quedó para demostrarle a los nuevos valores punketos que ese no es el camino a seguir.
            “Me gusta, de alguna manera, el rollo que traen The Offspring, Green Day y todos aquellos que retoman al punk como base musical. Ahora, es obvio que ninguno de ellos tiene la fuerza y la virtud histórica de haber pertenecido a la época y por ello trascender. Sin embargo, hacen buenos trabajos que molestarán a los virtuosos y críticos soberbios que no aceptaron, ni aceptarán al género que cambió la estética musical hace casi 30 años”, acotó el bajista, quien fuera conocido por su afición a las drogas duras.
            Al preguntársele qué es lo que ofrece Dee Dee Ramone, cuyo verdadero nombre es Douglas Colvin, lírica y musicalmente hablando, afirma: “Después de 15 años en activo con The Ramones y más de 26 en el negocio de la música, he dejado constancia en cinco discos como solista y dos libros: el autobiográfico ‘Poison Heart. Surviving The Ramones’ y la novela ‘Chelsea Horror Hotel’, que habla de las aventuras vividas en el famoso hotel donde se hospedaban las estrellas del rock de los años sesenta y setenta. El tomo que narra mi historial dentro de la banda más reconocida del punk en Estados Unidos tardó casi diez años en escribirse. El siquiatra me recomienda que también lo deje porque no es fácil estar rememorando episodios duros. Prácticamente quiere matarme, pero yo tengo mis propios compromisos”.
            Respecto a la banda que lo acompaña, Dee Dee Ramone asegura que de no comportarse como él espera la desintegraría en breve: “No soporto que me estropeen mi trabajo, ni me gusta que no sean como yo quiero. Es más, casi no me hacen caso y eso es intolerable, me enfurece. Mi chava Bárbara es muy guapa, pero le falta mucho para ser excelente instrumentista; Chazz, el baterista, es contundente pero fracasa a la hora de expresar mi sentimiento y Marky, es el tipo más estúpido que haya conocido en mi vida y por eso lo admiro, aunque me haga encabronar”.
            Dee Dee espera que esta breve gira por el interior del país le hará “perder unos cinco o seis mil dólares, pero me he divertido lo suficiente para que no me duela. Mi mujer está contenta con lo realizado y yo vivo más de la fama de mi anterior banda, de los libros y un poco de la aventura que significa The Remains, el pinche grupo que me acompaña”.
            “El concierto del jueves en el Centro de Convenciones de Ecatepec y en el Hard Rock Live de Polanco el viernes, continuó, serán buenos porque no importará qué tan comprometidos estemos con ustedes, ni al revés. Sencillamente, trataremos de divertirnos como en los viejos tiempos”.


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