Luis Recillas Enecoiz
El presente
ensayo, génesis de una investigación en curso que abarcará, si es posible hasta
1930, obedece a mi interés por la historiografía cinematográfica mexicana, en
especial la etapa muda del fenómeno. Estudiar e investigar los inicios del cine
en México, del que fue iniciador Luis Reyes de la Maza con su obra pionera Salón Rojo: Programas y crónicas del cine
mudo en México y continuaron ese interés Leal, Barraza, el periodista
Sánchez García, Dávalos, Miquel, Barbachano, y González Casanova, así como
otros varios historiadores locales, que amparados e influenciados por la
microhistoria desarrollada por Luis González y González han desmenuzado madejas
documentales en archivos locales; polvosos, desordenados y mal clasificados,
pero siempre ricos en información para el ojo acucioso del investigador.
Es
a partir de la publicación de los estudios pioneros de Gabriel Ramírez, El cine yucateco; de Julia Tuñón, Historia de un sueño. El Hollywood tapatío
y el perteneciente a Guillermo Vaidovits, El
cine mudo en Guadalajara, que la
microhistoria cinematográfica toma carta de naturalización dentro de la
historiografía nacional. Por mucho tiempo se contempló al cine nacional como
una industria con sede en la capital de la República, sin embargo es a partir
de los años noventa que los estudios locales comienzan a tomar auge: Cine Tropical. Notas para una historia del
cine en Mazatlán, 1897-1926 de Marco Antonio Lugo, Esplendor y ocaso de las salas de cine en Sinaloa de Jorge Briones
Franco, El cine mudo en Chihuahua de
Alma Montemayor y cierra el estudio regional de Norma Iglesias, Entre yerba, plomo y polvo. Lo fronterizo
visto por el cine mexicano. Más reciente es La mirada desenterrada. Juárez y El Paso vistas por el cine (1896-1916)
de Willivaldo Delgadillo y Maribel Limongi.
Dentro
de la tradición historiografía que instauró don Luis González y González con su
clásico Pueblo en vilo, Eduardo de la
Vega Alfaro compiló una serie de ensayos de
microhistoria cinematográfica regional que abarcan toda la geografía del país.
Como resultado del I Coloquio de Historia del Cine Regional en México que se
llevó a cabo en Guadalajara se publicó Microhistorias
del cine en México. De interés local es la investigación incluida en el
libro anterior que tiene como tema de estudio nuestro estado y de la autoría de
Cuitláhuac Martín Gómez Salinas, De la
pantalla a la vida cotidiana: exhibición cinematográfica en Tenango del Valle,
Estado de México (1927-1989). Basado más en entrevistas personales que en
material hemerográfico o bibliográfica logra una bien estructurada lectura de
lo que el cine significó para los habitantes de esa ciudad y cómo modeló muchas
de sus actividades, aunado a la memoria histórica que les construyó.
Por
lo que respecta a otros estudios previos que privilegien el cine como fuente de
estudio histórico en el Estado de México existen dos breves ensayos aparecidos
en Castálida, revista del Instituto
Mexiquense de Cultura, uno en 2005 titulado Actividades
en el Cine Coliseo Revolución, 1939-1949 escrito por José Alfredo Germán
Islas y el otro de Alfonso Sánchez Arteche Llega
el cine a Toluca en 1994. La investigación histórica enfocada al fenómeno
cinematográfico en el Estado de México, en especial al período mudo, es una
veta virgen que necesita de historiadores que escarben en los archivos e
interpreten los documentos para enriquecer el acervo histórico de Toluca y, por
ende, el del Estado de México.
Este
trabajo, primer esbozo del cine silente exhibido y filmado en Toluca consta de
tres capítulos que escudriñan en los lustros iniciales del fenómeno, de 1896 a
1910. Para entonces el cinematógrafo ya se ha afincado entre las diversiones
públicas y deja de ser visto como un mero aparato tecnológico de efímera vida.
En la ciudad de México comienzan a proliferar establecimientos exclusivos para
mostrar vistas. El cinematógrafo como aparato deja lugar al cinematógrafo como
lugar al que se asiste para presenciar un espectáculo de vistas. Tardaría
todavía un poco para que el término fuera utilizado para referirse a lo que el
espectador ve en la pantalla por lo que en los anexos se incluyen las listas de
las vistas exhibidas en Toluca.
El
presente trabajo está basado mayormente en los documentos y fuentes primarias,
principalmente carteles y programas de mano, que se conservan en el Archivo Histórico Municipal de Toluca,
cuyo director el Lic. Jesús Apreza y su equipo fueron de invaluable ayuda para
acceder a la información, aún bajo las precarias condiciones en que laboran. La
cantidad de carteles y programas de mano accesibles al estudioso es diverso e
incluye varias decenas de ellos. Los hay de ópera, circo, corridas de toros,
conciertos, títeres, variedades y novedades europeas, hipnotismo y
prestidigitación, zarzuelas, acróbatas y, claro, del cinematógrafo. La riqueza
de información que se puede sacar sabiendo leer los carteles y folletos de mano
fue la base del presente trabajo, que es una simple historia cronológica de la
primera década en que se conoció el cine en Toluca. Basado en licencias,
exenciones de impuesto, correcciones a oficios, pagos de impuesto, carteles,
programas de mano y algunas notas periodísticas armé lo más posible del
rompecabezas lineal para ubicar a los empresarios pioneros y transhumantes que
exhibieron vistas en Toluca; las autoridades locales que autorizaban y cobraban
impuestos por exhibición; las publicaciones periódicas y su visión del
fenómeno, y lo más importante: las casi 900 vistas exhibidas durante los tres
lustros.
Sin
embargo, serán los carteles la herramienta que mejor ayuden al historiador.
Éstos son de papel sumamente delgado y barato y es sorprendente que, aún
arrumbados en un sótano, han resistido más de un siglo de indolencia histórica
por parte de nuestras altas autoridades municipales. En la parte superior, como
en un periódico, el título de la función, donde se mencionan las vistas más
importantes o más rentables con una tipografía bastante más grande que aquella
utilizada para la lista de vistas que se exhibían en cada función. Normalmente
se dividía el programa en tres partes, aunque hay algunas excepciones, e
iniciaban con una obertura por la orquesta, interviniendo ésta dos veces más
durante los intermedios. El promedio de vistas por función varía entre treinta
y cincuenta. Fue comparando las vistas exhibidas que logré compilar cerca de
900, que si bien en algunos casos por los títulos disímbolos no me permiten
adivinar si son la misma, pero repetida.
Las limitaciones que imponen el
tiempo, tres meses, y los recursos, inexistentes, me impidieron ahondar en el tema,
sin embargo este primer acercamiento, como bien el título del libro lo dice, es
más una invitación para que otros historiadores profundicen y aporten puntos de
vista enriquecedores de ese fascinante período de la historia del cine en
México.
El
Centro de Documentación del Gobierno del
Estado de México cuenta entre su acervo con una colección completa de la
Gaceta de Gobierno, única publicación periódica en Toluca durante esos años de
la cual tenemos ejemplares. Varias publicaciones locales de principios del siglo
XX no dejaron huella palpable de su existencia, ya que no hay ejemplares en las
hemerotecas o archivos locales. Han desaparecido y sólo quedan en el recuerdo o
mencionadas esporádicamente en la misma Gaceta
de Gobierno: El Clarín, La Guirnalda,
El Atalaya o El Gladiador. La Gaceta
de Gobierno amablemente agradecía a los editores de esas revistas los ejemplares
enviados y gracias a ella es que conocemos de su existencia, probablemente muy
efímera.
El
primer capítulo abarca el primer lustro, 1896 a 1900. Antes de entrar de lleno
al cine silente en Toluca se hace una somera reseña de la llegada del
cinematógrafo a México. La información local que abarca esos años es sumamente limitada
y existen lagunas inmensas en lo que a datos se refiere. Sin embargo, varios
empresarios visitan Toluca para dar a conocer el nuevo invento. Inicia el
pionero Lorenzo Trujillo Marín quien exhibe la Exposición Imperial de vistas fijas y el cinematógrafo. Eduardo
Hervet quien exhibe el cinematógrafo en el Teatro Principal, para terminar con Román
J. Barreiro que visita Toluca en 1899 y los hermanos Becerril que están en aquí
durante el último año del siglo XIX con su carpa que colocan en la plazuela del
Carmen.
El segundo está dedicado al lustro
que va de 1901 a 1905. Augusto Delamare y su empresa se presentan durante mayo
de 1901. Es también el año de Carlos Mongrand, pues el empresario exhibe
funciones de cinematógrafo desde septiembre hasta noviembre en el Teatro
Principal, mostrando sus dotes empresariales al organizar de forma rigurosa las
presentaciones e incluye obras de Méliès y Zecca en su programación. Se exhiben
cerca de 250 vistas de las cuales casi 40 son nacionales. El auge de la
Exposición de París 1900, hace de las vistas de este evento plato fuerte en
muchas funciones. Recién terminaba la exposición y múltiples vistas de ella se
habían filmado y comercializado. Varias de ellas se proyectaron en Toluca.
Para
1902, año donde los hermanos Becerril exhiben la mayor cantidad de vistas
mexicanas. Si bien la totalidad fue menor al año anterior en cuanto a vistas,
por lo que se refiere a las nacionales se incrementó sustancialmente. Son la
variedad de vistas lo que enriquece su filmografía, de por sí, bastante extensa
para la época.
Es
el año de 1904 donde sobresalen los nombres de Enrique Rosas, Salvador Toscano
y Pedro Servín, caso muy especial este último, pues como empresario administra
el Teatro Principal de Toluca, por lo cual acostumbra asociarse con los exhibidores
itinerantes que se presentan en él y así sucede con las funciones del
cinematógrafo dadas por Enrique Rosas y Salvador Toscano.
El
tercer capítulo abarca el lustro de 1906 a 1910 y son los años donde se
consolida el cinematógrafo en Toluca. Se abren varias salas de cinematógrafo
administradas por personas locales, tales como los hermanos Romero, Alberto
Isunza y la dupla de los señores Yrusteta y Nava.
Algunos carteles incluyen reseñas de
las vistas, sobre todo aquellas compuestas por varios cuadros y de “gran
duración”. He respetado la ortografía de la época, así como los nombres
utilizados en los títulos. Existen vistas de infinidad de castillos, iglesias,
parques, lagos o plazas en cuyos nombres también he respetado la ortografía
utilizada por los empresarios. Los carteles usan indiscriminadamente mayúsculas
y minúsculas, más por un afán de atraer la atención del posible espectador. Aún
así, son comunes los errores de impresión y no se diga, la forma de escribir
nombres geográficos europeos.
Los anexos incluyen la totalidad de las
listas de vistas exhibidas en Toluca sin importar nacionalidad por año, así
como las extensas reseñas de las vistas más largas que eran impresas en el
reverso de los programas de mano, pero que conservaban el tamaño de un cartel.
Toluca,
municipio que al inicio del siglo XX no rebasaba los 25 mil habitantes fue
visitada por varios de los grandes pioneros de la cinematografía nacional:
Carlos Mongrand, los hermanos Becerril, Enrique Rosas y Salvador Toscano
seguidos por algunos empresarios casi desconocidos como Eduardo Hervet, Augusto
Delamare o Lorenzo Trujillo Marín. No me queda más que invitarlos a adentrarse
en un mundo, que no por haber desaparecido, deja de ser fascinante: el cine
silente o mudo.
La
llegada del cinematógrafo a Toluca fue, como en la mayoría de las ciudades,
trabajo de aventureros que con aparatos a cuestas viajaron por todos los
rincones del país llevando el “séptimo arte”, aunque todavía no se le llamara
con ese apelativo, a ser conocido por todo mundo. También, como en toda ciudad
o poblado del país, al poco rato se instalaron empresarios locales que
utilizaron establecimientos especializados en la proyección de vistas.
No
puedo dejar de reconocer, también, el magnífico trabajo editorial de Jorge Manuel
Herrera; las horas invertidas, así como sus constantes recomendaciones para
llevar a puerto seguro este primer acercamiento a la historia de los inicios
del cine en Toluca. Agradezco las líneas que amablemente dedica Juan Felipe
Leal a este Atisbo a los inicios del cine
en Toluca 1896-1910, así como a la LVIII Legislatura Estatal y a las
autoridades del Ayuntamiento de Toluca del trienio 2009-2012, mi sincero
agradecimiento por haber aportado los recursos para que esta obra viera la luz.
Espero, pues, que esta obra me motive en un futuro no muy lejano, a zambullirme
en el archivo local y termine lo ya iniciado con la obra que tienen en sus
manos: la segunda parte que comprendería los años 1911 a 1930.
Toluca de Lerdo,
México, 2013.
No hay comentarios:
Publicar un comentario